Federico González Frías

Diccionario de Símbolos y Temas Misteriosos

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ORFISMO

Escuela iniciática y mistérica derivada de Orfeo, sabio, poeta y cantor, anterior a los filósofos y poetas griegos, incluso a Homero. Los Himnos Órficos le son atribuidos, así como las Argonáuticas Órficas. De esta última obra reproducimos el comienzo con una interesante descripción de su cosmogonía y posteriormente una larga lista de sus deidades –que omitiremos–, comenzando con Apolo a quien se le pide inspiración para empezar el texto.

Muchas de estas deidades al parecer, son inspiradas en Homero aunque recomendamos esta obra a los lectores curiosos.

Oh soberano que reinas en Pito, flechador, adivino, que obtuviste en suerte la parnasia roca de elevada cima, celebro con mis cantos tu valor. Por tu parte, ojalá me concedas noble fama. Envía a mi alma una voz veraz, para que yo proclame a los mortales dispersos un canto sonoro, de acuerdo con los mandatos de la Musa y la ayuda de mi sólida lira.

Ahora, pues, tañedor de la lira, a ti, que grata melodía cantas, mi ánimo me incita a decir lo que jamás antes referí, cuando, espoleado por el aguijón de Baco y del soberano Apolo, mencioné los dardos que hacen estremecerse, remedios para los mortales, y luego los pactos juramentados para los iniciados.

En un principio a la fatal Necesidad del antiguo Caos y a Crono, que engendró en sus enormes surcos al Éter y al Amor, de dual naturaleza, visible por doquier e ilustre, famoso padre de la Noche eterna, a quien, como es sabido, los mortales más recientes llaman Fanetes (Fanes), porque fue el primero que apareció; y la raza de la poderosa Brimo y las obras destructoras de los Hijos de la Tierra, que, desde lo alto del cielo, destilaron la semilla funesta de la generación, de donde surgió el primitivo linaje de los mortales, que sin cesar se encuentran sobre la tierra infinita; y la servidumbre de Zeus y el culto de la Madre que corre los montes, y lo que había pensado en los montes de Cibeles respecto a la doncella Perséfone con relación a su invencible padre Cronión; y la famosa laceración de Heracles el de las hermosas manzanas; los misterios de los Ideos y la fuerza inmensa de los Coribantes, y la marcha errante de Deméter y su gran pena por Perséfone, cómo fue legisladora, y los espléndidos dones de los Cabiros; los oráculos inefables de la Noche sobre el soberano Baco, la superdivina Lemnos, la marítima Samotracia y la escarpada Chipre y la Afrodita adonea; los misterios de Praxídice y los de la belicosa Atenea por las noches, y los trenos de los egipcios y los baños sagrados de Osiris.

Pero sobre la adivinación has aprendido las múltiples rutas de los animales salvajes, de las aves y cuál es la posición de las vísceras. Y cuantas cosas vaticinan, por medio de senderos intérpretes de sueños, las almas de los seres efímeros, afectadas por el sueño en su corazón; las explicaciones de los signos y de los prodigios y los trayectos de los astros, y la expiación purificadora como gran utilidad entre las existentes en la tierra, y los aplacamientos de los dioses y los dones abundantes de los muertos.

Pero te referí lo que contemplé y comprendí cuando me encaminé, por la tenebrosa vía al Ténaro, al interior de Hades, confiado en mi cítara, por amor a mi esposa; y el sagrado lenguaje de los egipcios que yo originé, cuando entré en la divina Memfis y en las sagradas ciudades de Apis que circunda el Nilo, de rápida corriente.

Todo eso lo has aprendido con mucha exactitud del fondo de mi corazón. (Argonáuticas Órficas, 1-46, trad. M. Periago Lorente).

Los ritos órficos eleusinos y los dionisíacos han estado siempre emparentados; ambos se han relacionado con la embriaguez producida por el vino u otras sustancias siguiendo con su tradición arcaica emparentada con Dionisos. (→ Fuga).

FUGA

Las mitologías, ¿no son como parábolas? Estas tienen dos centros, uno visible, o marcado, y otro invisible, y sus brazos se van encadenando y abriendo cada vez como las fugas musicales y como todo terminarán juntándose en un punto por la curvatura del espacio.

Las fugas son indefinidas y pueden diferenciarse en un solo detalle, el diverso tono en que estructuras iguales se reproducen contrapuntísticamente en otras análogas pero de mayor jerarquía. La fuga se escapa hacia otro espacio que ella misma crea en un tono mayor o menor según su ubicación en la escala. Se produce así una concatenación de estructuras que finalmente conforman un todo continuo que, en el caso de la tierra, tienden a volver a su origen debido a la curvatura espacial que nos impone el mundo que vivimos y que inclusive tiene también la esfericidad de la tierra tal como la de otros planetas, que se mueven y manifiestan de modo circular o elíptico. Esta fuga es la salida de ese todo, es decir de un indefinido que debido a su propia expresión se tiene que autolimitar mediante la idea y la palabra, para que tenga algún sentido a través de una forma que ejemplifique esta escapada de lo reiterativo de la que estamos hablando, es decir la de un indefinido que ya no es un caos sino un cosmos, definido por su origen que es al mismo tiempo su final, y que se perpetúa de modo constante.

Esto es igualmente lo que la Antigüedad conocía como Cadena de los Mundos.

Del cap. VII de mi libro El Simbolismo de la Rueda: "Y esta proporción, o ritmo, 'magnitud', o 'medida', constituye el orden del mundo, su ley, en el que cada una de sus partes se articula en proporción con todas las otras, pero guardando una relación que no siempre puede medir la serie numeral discontinua, puesto que en primer lugar el cosmos no es un espacio absolutamente continuo, y en segundo término, no es un modelo geométrico o mecánico, sino un organismo vivo, o las posibilidades que el germen o embrión porta en sí mismo."

2. Se trata siempre, desde el principio, de saber qué es el símbolo. Si uno toma al símbolo como lo que verdaderamente es, va a cambiar todo su mundo, porque en definitiva todo son símbolos. Y en ese viaje, establecido un centro, siempre hay un lugar donde retornar y por donde uno puede ir escapándose propiciando una ruptura de plano de la percepción, o mundo, realizando otros estados de la conciencia.

3. La Deidad al crear ha tenido que limitar para manifestar. Sin embargo se reconoce a Sí misma en la Creación. Y todo esto es simultáneo: siempre es Ahora. (→ Árbol de la Vida).

La lira de Orfeo en la mitología griega es un claro ejemplo de lo que acabamos de manifestar. (→ Orfeo).

ARBOL DE LA VIDA

Símbolo universal presente en numerosas Tradiciones.

Imagen del cosmos representado por un árbol, símbolo del eje del mundo implantado en la tierra que conjuntamente con sus ramas, savia, vegetación, semillas, flores y frutos constituye el símbolo más claro de la vida en el universo, alentada perennemente su clorofila por la luz, que busca y obtiene del motor de los rayos solares.

La Cábala hebrea utiliza un diagrama del árbol arquetípico llamado Sefirótico por estar formado por diez esferas denominadas sefiroth plural de sefirah. Estas configuran los centros vitales "neurológicos" de la creación, es decir, de toda manifestación, así sea ella la más pequeña o la más grande, la más simple o la más compleja.

Damos aquí en dos páginas la representación del esquema de este árbol que consta de diez números asociados a los círculos en el plano, esferas en lo espacial, directamente relacionadas con la escala numeral pitagórica –e indirectamente con la Tetraktys– que los hebreos tomaron de los griegos por derecho propio, ya que esa era la cultura del pueblo judío, durante siglos de su historia hasta la fecha.

Descripción: diez_numeros 

La Tsimtsum es, como se dice, una extraordinaria contribución del pueblo judío al pensamiento universal: para la Cábala consiste en la contracción de Dios en sí mismo y lo que queda es un espacio vacío apto para la Creación. Ese proceso que da lugar al Árbol de la Vida, los cabalistas lo conocen como la rotura de los vasos (shebirat ha-kelim), recipientes que no pueden contener la plenitud divina y que por lo tanto, incapaces, se quiebran en añicos y derraman su contenido generando de esta manera al cosmos, incluido el microcosmos que pasa a ser entonces receptáculo del mundo en general.

Recordar aquí que para los cabalistas la creación es perenne y lo que se produjo al Principio se manifiesta de modo sucesivo generando la progresión aritmética que es desde otro punto de vista eterna, simultánea e inmóvil.

 

Las sefiroth son las numeraciones (o esferas) que conforman el Árbol de la Vida. Damos a continuación la enumeración de las mismas, siendo ésta una secuencia fija que es válida tanto para el Universo como para el hombre, es decir, para cualquier proceso creativo, del que son los productos la totalidad de los fenómenos, seres o cosas, lo mismo los que pueblan la "realidad" exterior como la interior que abarca además tanto lo manifestado como sus diversos niveles de inmanifestación. Las damos de lo alto a lo más bajo, de Kether (la Corona) a Malkhuth, los pies (la inmanencia divina).

  1 Kether (Corona)
  2 Hokhmah (Sabiduría)
  3 Binah (Inteligencia)
  4 Hesed (Misericordia)
  5 Gueburah (Rigor)
  6 Tifereth (Belleza)
  7 Netsah (Victoria)
  8 Hod (Gloria)
  9 Yesod (Fundamento)
10 Malkhuth (Reino)

A su vez nuestro Árbol admite una división en planos o mundos y en columnas o pilares. La primera de ellas es la partición cuaternaria y horizontal: Atsiluth, Beriyah, Yetsirah, y Asiyah. (Ver figura).

 

La más elevada, que constituye los Principios de la Creación, está formada por las tres sefiroth más altas: Kether, Hokhmah, Binah; luego, la que se corresponde con las numeraciones 4, 5, 6: Hesed, Gueburah, Tifereth. Le siguen las esferas 7, 8, 9, Netsah, Hod, Yesod y finalmente y solitaria la décima, Malkhuth, la inmanencia divina, el mundo de la acción, específicamente nuestro mundo, que admite también una subdivisión cuatripartita: del arquetipo, o mundo de las ideas, al mundo material, tal cual lo perciben los sentidos.

Igualmente una división ternaria en columnas verticales: la de la derecha relacionada con lo activo formada por las sefiroth 2, 4, 7 (Hokhmah, Hesed y Netsah), otra neutra y central constituida por 1, 6, 9 y 10 (Kether, Tifereth, Yesod, Malkhuth) y finalmente una tercera, la columna de la izquierda, pasiva, construida por el 3, 5 y 8 (Binah, Gueburah y Hod). (Ver figura).

Descripción: Arbol_3_cols 

2. El árbol es un símbolo del eje y como tal conecta lo alto con lo bajo, el cielo con la tierra, y es por lo tanto vehículo de unión entre varios planos; esto se halla representado por sus raíces subterráneas, su tronco aéreo y su copa celeste. Es muy importante el proceso del desarrollo del árbol que nace de una simple y pequeña semilla que, sin embargo, contiene toda la posibilidad de la generación; este proceso, así como el de la agricultura en general, y en particular la del maíz en América, y el trigo en Europa, en todas partes es asimilado a una muerte y posterior resurrección, pues tiene que morir la semilla, pudrirse en la tierra, para transformarse en árbol-vida, lo cual es equiparado al desarrollo implícito en la iniciación y los ritos que le acompañan. El símbolo del Árbol de Vida (o sea el de la generación cósmica perpetua), es solidario con el del árbol en general y está presente en numerosas culturas indígenas; hoy mismo se lo puede ver representado en el folklore de distintos pueblos, por ejemplo en los del centro de México. Este símbolo es verdaderamente universal, como se ha dicho, y pertenece tanto al cristianismo como al judaísmo, al hinduismo y budismo, a la civilización china, a las culturas australianas, a los egipcios y mesopotámicos. Existe también una relación entre este árbol cósmico y el hombre, pues ambos constituyen símbolos verticales y de unión, y son parte del mismo sistema vital.

Los postes rituales, tales los denominados poles entre los indios del noroeste norteamericano, son herederos directos del árbol, concretamente del cedro.

Entre los mayas antiguos era frecuente la representación del Árbol de la Vida. Para esta civilización ese Árbol de Vida es representado por la ceiba, aún hoy plantada en el centro de sus poblaciones y plazas, especialmente en Guatemala. El cactus, o nopal, es equivalente en el desierto mexicano al Árbol de Vida, lo que se hace patente en los grabados de la fundación de Tenochtitlan, donde esta planta era uno de los símbolos constituyentes de la visión de los profetas y sabios que peregrinaban en busca del lugar elegido para que fructificase la civilización azteca. Puede verse en este ejemplo la interrelación entre el simbolismo vegetal y axial del árbol. (→ Grados de la conciencia).

Sobre la tierra cúbica creían los mayas sembrado el árbol de los cuatro puntos cardinales, de los cuatro ángulos del Mundo, el vahonche o Árbol de la Vida. En algunas pinturas figurativas se ve el cuchillo de los sacrificios con la forma de este árbol, sobre las víctimas humanas. (Miguel Ángel Asturias, Leyendas de Guatemala).

GRADOS DE LA CONCIENCIA

Distintas instancias –o mundos– en la senda del Conocimiento.

2. Antes de este espacio tridimensional llamado erróneamente euclidiano (es de hecho descartiano) el lugar mental era otro.

Vivimos en un espacio pintado. Se dice que (jerárquicamente) después de este ámbito hay otro análogo. Al igual que en el ejército hay soldados, suboficiales, oficiales y dentro de ellos subgrados; esta jerarquía es inherente a la idea de estructura. Y entre dos grados definidos, nombrados, hay otros cuarenta –por decir un número– que están en silencio.

Son grados progresivos de inmanifestación, y el ejemplo más sencillo o evidente de estructura es la misma serie numérica, que se expresa además de modo geométrico.

3. "… hemos dicho que cada ciclo o mundo es un símbolo de otro mundo mayor o superior; una imagen de un encadenamiento, que va más allá del tiempo específico del ciclo, o mundo, que se toma como punto de referencia, y que pudiera ser entonces considerado como extratemporal, con respecto al ciclo o mundo menor, o no sujeto a las mismas 'medidas', por referirse ambos a distintas cualidades vivas del tiempo y el espacio, que conforman las diferentes partes del Ser u hombre universal." (Federico González: El Simbolismo de la Rueda, Cap. VII). (→ Fuga).